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Las fracturas de los huesos faciales requieren de mucha precisión a la hora de recolocar los
fragmentos para no ocasionar secuelas, ni estéticas ni funcionales. Cuando una fractura ha curado
en mala posición, intentar recuperar el aspecto inicial obliga a realizar nuevas intervenciones que
deben ser cuidadosamente planificadas. Todas estas intervenciones se realizan a través de incisiones
escondidas para no dejar cicatrices a la vista.


Como en el resto del cuerpo, las fracturas faciales requieren normalmente la recolocación de los
fragmentos de hueso
en su sitio y su fijación mediante mini-placas y/o tornillos de titanio. Es lo que
se denomina osteosíntesis.

Principios de reducción en traumatología facial

Los principios de reducción (o recolocación) de los fragmentos y de su posterior estabilización van
a ser similares en toda la cara con algunas particularidades en ciertas áreas:

Fracturas nasales

Requieren su recolocación lo más precozmente posible, pues así podemos aprovechar la fase
de entumecimiento y, con poca anestesia, la recolocación es fácil e indolora. Además, si no se
realiza en las primeras horas después del traumatismo, los tejidos comienzan a hincharse y la
valoración de que se ha recolocado correctamente es más complicada. En esos casos, la
intervención suele diferirse hasta que haya disminuído la inflamación. En ocasiones, se deja
colocado un taponamiento nasal que, si bien resulta algo incómodo, contribuye a mantener la
posición exacta de la nariz recolocada y suele retirarse en unas 48 horas.

Fracturas de órbita

La órbita craneal es la cavidad ósea que contiene al globo ocular. Las paredes central e inferior o
suelo son muy delgadas, es decir, se rompen con cierta facilidad ante un golpe en la zona de la
órbita. Esto es un mecanismo de defensa del organismo para que, ante el traumatismo, antes de
lesionarse el ojo, lo que podría acarrear una ceguera irreversible, se rompan las paredes que lo
contienen.


La reconstrucción de la pared o del suelo orbitario requiere a veces de la colocación de una malla de
titanio o de otros materiales con el fin de soportar el globo ocular en su sitio. De este modo no se producen
secuelas indeseables como la visión doble o el enoftalmos (ojo hundido).


El abordaje de estas fracturas lo realizamos a través de la conjuntiva o cara interna del
párpado, con lo que no suele haber ninguna secuela estética visible.

Fracturas mandibulares

La mandíbula o maxilar inferior es el único hueso móvil del cráneo. Soporta diariamente grandes
fuerzas por los músculos masticadores. Ello hace que cuando se fractura su reparación sea, en
ocasiones, algo compleja. Por lo general las fracturas de casi toda la mandíbula se van a abordar
desde dentro de la boca, por lo que no existirán cicatrices. A través del abordaje, se podrán colocar
los fragmentos en su sitio y fijarlos con mini-placas.


En el caso de fracturas en la zona de los cóndilos (la parte de la mandíbula que se articula con la
base del cráneo), podemos optar por los bloqueos temporales de la mandíbula. Nunca realizamos
bloqueos con alambre, esos cerclajes tan incómodos y tan utilizados antiguamente. Hoy día, se
emplean bloqueos elásticos con gomas que pueden ser fácilmente retiradas o cortadas en caso de
necesidad de abrir la boca. La duración de estos bloqueos está en torno a unas 3 semanas. Se ha
demostrado que cuanto antes comience la rehabilitación mediante el movimiento (no masticación)
de la mandíbula, la recuperación funcional será mejor.


Tras una fractura mandibular, normalmente se prescribe dieta blanda unas semanas. Se irá
endureciendo la misma progresivamente hasta volver a ser completamente normal entre 3 y 5 meses
según el caso.